lunes, 20 de julio de 2009

estudios sobre la testosterona

Testosterona al máximo Es la hormona masculina por excelencia. Está estrechamente relacionada con la virilidad, la potencia sexual y el desarrollo muscular. Pero un exceso puede poner en serio peligro tu salud. Aprende a sacarle el mejor partido. En 1929, Fred Koch, un investigador de la Universidad de Chicago (EE.UU.), trituró varias toneladas de testículos de toro y consiguió extraer (por primera vez en la historia y gracias a tan rudimentario método) unos cuantos gramos de testosterona pura. Poco después, otro investigador norteamericano, W.C. Allee, probó a inyectar una pizca de la misma sustancia en el flujo sanguíneo de unas gallinas. De la noche a la mañana, las sumisas ponedoras se transformaron en ruidosas imitadoras de gallos que no sólo se ponían a cantar a pleno pulmón, sino que también se enzarzaban en agresivas maniobras por ganarse los favores sexuales de otras gallinas... 77 años después de que estos pioneros revolucionarán el mundo animal, nadie se atreve a poner en duda el poder de una hormona capaz de alborotar un gallinero, de acuerdo, pero también de determinar el sexo de un feto, de convertir a un adolescente en un hombre de pelo en pecho, o de, a través de complejas reacciones bioquímicas, intervenir en la voluntad de dominar a la pareja, en la agudeza visual, en la seguridad en uno mismo, en la capacidad de arriesgarse o en la calidad del sueño. Adaptación camaleónica A pesar de que esta hormona se va produciendo continuamente en los testículos, sus niveles fluctúan mucho a lo largo del día. Alcanzan su pico máximo a primeras horas de la mañana (de ahí las erecciones matutinas) y van decayendo hasta el mediodía para luego volver a recuperarse. Pero no sólo el reloj afecta a la testosterona. La Dra. Anne Storey, investigadora de la Memorial University de St. John’s, en Terranova (Canadá), ha demostrado recientemente que sus niveles también descienden cuando un hombre se convierte en padre. Un fenómeno que los expertos atribuyen a la sabiduría de la naturaleza, que intenta que papá se centre en criar a su hijo y deje de lado otras actividades más placenteras... Al parecer, el estado civil también tiene mucho que decir en este sentido. Según otro estudio, éste de la Universidad de Pennsylvania (EE.UU.), los solteros tienen más testosterona que los casados. Así, la búsqueda de pareja es más urgente para los primeros... y conservarla mucho más fácil para los segundos. Pero quizás sea el deporte el que ejerce un efecto más curioso en la producción de testosterona. En los últimos años, se ha demostrado que los participantes en competiciones de cualquier tipo (desde rugby hasta ajedrez) presentan un aumento significativo en los niveles de esta hormona después de una victoria, y un descenso considerable tras una derrota. Curiosamente, se ha observado un fenómeno muy parecido entre quienes disfrutan de su deporte favorito desde el sofa y cerveza en mano. Antes y después de la final del Mundial de 1994, por ejemplo, un grupo de investigadores de la Georgia State University (EE.UU.) recogió muestras de saliva de hombres brasileños e italianos que presenciaban el partido por televisión. Cuando la selección canarinha ganó en el último segundo, los niveles de testosterona de 11 de los 12 brasileños estudiados se dispararon (y los de todos los italianos cayeron en picado). Poca broma. Según los expertos, estos cambios nos ayudan a adaptarnos. El incremento de la hormona prepara a los ganadores para defender su rol dominante, mientras que su disminución permite a los perdedores apartarse de la lucha y esperar ocasiones más propicias para hacerse con el dominio. Versión sintética Sin embargo, todas estas curiosas propiedades han sido eclipsadas por la increible capacidad de esta hormona para incrementar la masa muscular y la fuerza, disminuir el cansancio o quemar grasas. Son las jugosas razones por las que los esteroides, su alter ego químico, se han convertido en peligrosos aliados de deportistas de élite o asiduos al gimnasio deseosos de conseguir resultados lo antes posible. Ha llovido mucho desde que en 1955 John Ziegler, médico del equipo de halterofilia estadounidense, creara el primer esteroide anabolizante. Hoy en día existen multitud de productos de este tipo, incluidos los que tratan de ocultar su peligrosidad bajo el término “precursores de la testosterona”. Aun así, como afirman los doctores Ignacio Sitges y Juan N. García-Nieto, deI Servicio de Medicina Deportiva del Centro Médico Teknon de Barcelona, “las diferencias entre ellos son puramente metabólicas, y buscan mejorar la absorción, la rapidez del efecto, la concentración, el tiempo que el producto permanece en la sangre, o las vías de eliminación”. Su consumo suele realizarse en ciclos semanales o mensuales, mezclando diversas clases de esteroides para maximizar la eficacia y minimizar los efectos secundarios. “Una creencia errónea”, advierten los mismos expertos, “puesto que combinar fármacos no tiene porque disminuir los posibles efectos secundarios”. No nos vamos a engañar. Lo cierto es que cuando se consumen esteroides por primera vez, se observa una rápida y notable mejoría del volumen muscular. Eso sí, al cabo de un tiempo, su efectividad disminuye, puesto que el organismo, al obtener la testosterona que necesita de una fuente externa, deja de producirla. Así las cosas, para seguir aumentando de volumen es necesario elevar continuamente la cantidad de anabolizantes que se toman. Es la puerta de entrada a un círculo más que peligroso. El lado oscuro “En principio, y a dosis bajas, los esteroides tienen pocos efectos secundarios”, señalan los doctores Sitges y García-Nieto. “El problema se presenta cuando el ‘tratamiento’ se prolonga en el tiempo, algo, como hemos visto, absolutamente necesario para aumentar y mantener la masa muscular”, advierten. La interminable lista de efectos secundarios que arrastran los esteroides incluye el desarrollo de tumores de hígado y de próstata, el aumento de las mamas, los cambios en la voz, la detención del proceso de crecimiento, la reducción del tamaño de los testículos, la disminución del número de espermatozoides, la infertilidad, la calvicie prematura, la aparición de acné, el aspecto amarillento de la piel... Algunos de ellos desaparecen cuando se deja de tomar dichas sustancias; otros, en cambio, son permanentes. Sin embargo, y a pesar de su gravedad, son problemas desconocidos por la inmensa mayoría de los consumidores de esteroides. Como afirman los expertos del Centro Médico Teknon: “las personas que los toman lo hacen por la recomendación de amigos o compañeros de gimnasio, que les hablan de los resultados, pero no de los riesgos que entraña usarlos”. De hecho, los consumidores no son conscientes de estos efectos negativos hasta que es demasiado tarde. Aparentemente, se sienten bien y entusiasmados con su incremento muscular, su mayor deseo sexual, su fortaleza... pero la procesión va por dentro. El organismo comienza a resentirse muy pronto de esa sobredosis, empezando por el hígado, que no es capaz de dar abasto en su labor depurativa. Además, cabría añadir que muchas veces no sólo se consumen cantidades increíblemente altas de testosterona, sino que a menudo los productos tienen una procedencia más que dudosa y no cuentan con unas garantías sanitarias mínimas. Salvado por los esteroides Pero no hay que ser integrista. A pesar de que un consumo abusivo y sin control médico de esteroides y testosterona puede acarrear consecuencias muy serias, no podemos permitirnos el lujo de demonizar a estas hormonas. De hecho, tienen aplicaciones médicas más que interesantes. En la actualidad se emplean, entre otros, en casos de desnutrición severa, anemia, fracturas, osteoporosis, o en pacientes de SIDA o de cáncer para combatir la caquexia (un devastador trastorno de degradación muscular). Además, y gracias a innovadoras investigaciones, el listado de aplicaciones puede aumentar en breve. Éstas son algunas de ellas: Abuso del alcohol Un grupo de investigadores eslovacos, encabezados por el célebre Dr. Peter Celec, ha confimado que los esteroides pueden proteger el tejido cerebral de los terribles efectos del alcohol. A la larga, este descubrimiento puede salvar el cerebro de los millones de alcohólicos que se esfuerzan por mantenerse sobrios. Lesiones deportivas Según un estudio de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.) los esteroides anabólicos (acompañados de un programa de estiramientos) son capaces de “crear” tendones de gran calidad: más fuertes y, a nivel microscópico, con una estructura más organizada. Osteoporosis Aunque las investigaciones aún están en fase preliminar, un grupo de científicos australianos ha demostrado que los esteroides pueden activar la formación de nuevo tejido óseo, tanto dentro como fuera de las estructuras esqueléticas existentes. Terapia sustitutiva Ya hemos visto que un nivel de testosterona demasiado elevado puede ser veneno para el organismo masculino pero, situándonos en el otro lado de la balanza, tampoco podemos olvidarnos de los problemas que acarrea tener la testosterona por los suelos. Se calcula que más de la mitad de los españoles de entre 45 y 74 años tienen síntomas de hipogonadismo (sus niveles de testosterona son inferiores a los 270-1.000 ng/dl en sangre) y, sin embargo, sólo un 25% recibe el tratamiento adecuado. De acuerdo, quizás es un problema que aún ves lejano, pero a lo mejor deberías irte preparando. Piensa que el nivel máximo de testosterona se registra poco después de cumplir los 20 años. Hacia los 30, empieza a caer en un 1% anual. Alrededor de los 50, el descenso es lo suficientemente pronunciado como para notar sus consecuencias (cansancio, descenso de la libido...). A los 70, la mayoría de hombres sanos tienen un nivel de testosterona inferior al límite que define el hipogonadismo. Así las cosas, no es extraño que cada vez más hombres (siguiendo el ejemplo de las mujeres que recurren desde hace años a la terapia hormonal sustitutiva con estrógenos) se rindan a la terapia sustitutiva de testosterona en forma de inyección, gel o parches. Uno de los últimos métodos en lanzarse al mercado ha sido “Reandron”, de los Laboratorios Schering, una preparación de testosterona que restaura y estabiliza por completo los niveles de esta hormona con sólo cuatro inyecciones al año. El único inconveniente que plantean estas terapias son los efectos secundarios que puede provocar todo exceso de testosterona. De hecho, se las ha asociado demasiado a menudo con el cáncer de próstata, pero, como recalca el doctor Miguel De la Peña, andrólogo y director de Manclinic: “está descartado que provoquen tumores, aunque si el paciente ya tiene ese cáncer, aunque aún no haya manifestado los síntomas, el tratamiento hará que crezca de forma desmesurada”. No es extraño, visto lo visto, que los expertos recomienden realizarse un PSA o marcador tumoral de cáncer de próstata antes de iniciar un tratamiento de este tipo. En su justa medida Con todo lo dicho, suponemos que ya habrás deducido que tu objetivo principal debería ser conseguir y mantener un nivel medio de testosterona; la cuestión es cómo. Teniendo en cuenta que los límites normales se sitúan entre los 270 y los 1.000 ng/dl, el primer paso sería determinar si debes aumentar o reducir la cantidad. Para comprobarlo, basta con que le pidas a tu médico que te haga un análisis de saliva o de sangre. Lo ideal sería que te realizara dos pruebas entre las 8 y las 10 de la mañana de días consecutivos. Así te asegurarás la máxima precisión en la medición de la testosterona basal. Si los resultados indican que tu nivel está por debajo de los 270 ng/dl o por encima de los 1.000 ng/dl, pídele a tu especialista que te prescriba el tratamiento farmacológico adecuado. Si te sitúan dentro de los parámetros considerados normales, no te duermas: también en esta zona caben diferenciaciones. Según el doctor Miguel De la Peña: “para cada edad existe un rango de normalidad y lo ideal es mantenerse dentro de él... pero mejor si uno se acerca al límite superior”. A pesar de esta recomendación, en un estudio dirigido por el doctor Alan Booth, profesor de Sociología de la Pennsylvania State University (EE.UU.), en el que se analizó a 4.400 hombres con niveles de testosterona normales, se observó que los que rozaban el límite de 1.000 ng/dl presentaban por lo general una querencia por las conductas de riesgo. Los niveles altos de testosterona se asociaron con el tabaquismo, la ingestión de alcohol, la participación en peleas y los accidentes. Curiosamente, también parecían estar relacionados con una menor tensión arterial y una reducción de los infartos de miocardio. Se podría decir que la testosterona nos protege de algunas causas de mortalidad, a costa de potenciar otros riesgos. Por si esto fuera poco, el doctor De la Peña advierte que un nivel alto de testosterona puede desembocar en una falta de control del deseo sexual. En otras palabras, el paciente puede lanzarse a hacer cosas que “en frío” nunca se le pasarían por la cabeza. “Si uno tiene un nivel medio de testosterona por naturaleza, está de enhorabuena. Si lo tiene bajo, lo puede complementar; pero si presenta un nivel superior a lo normal, tiene un verdadero problema”, resume este experto. En estos casos, la personalidad, la disciplina, el autocontrol y el equilibrio juegan un papel mucho más importante que la ayuda profesional que se pueda recibir. Mantener el equilibrio Hasta el momento nos hemos limitado a hablar de tratamientos farmacológicos, pero existen una serie de factores que también influyen directamente en la producción de testosterona y que cuentan con una enorme ventaja: podemos controlarlos. Estos son los más importantes: Dieta Teniendo en cuenta que la testosterona se sintetiza a partir del colesterol, no debería extrañarnos que las dietas bajas en grasas inhiban su producción. Según estudios realizados por el Dr. William Kraemer, investigador de la Universidad de Connecticut (EE.UU.), limitar la grasa por debajo del 10% de la ingesta total de calorías puede reducir significativamente el nivel de esta hormona. De hecho, muchos de los mandamientos nutricionales clásicos (rebajar la ingesta calórica total, comer mucha fibra, evitar las carnes rojas...) son prácticamente una receta para perder testosterona a espuertas. Pero que quede claro que esto no es una invitación en toda regla para que te lances a consumir grasas o para que sigas una de esas dietas “carbofóbicas” tan de moda últimamente. Es más bien una advertencia para que comas de todo y de forma equilibrada. Eso sí, consume suficientes proteínas (estimulan la síntesis del glucacón, una hormona anabólica que libera cantidades moderadas de testosterona), controla la ingesta de carbohidratos (un exceso provoca la liberación de insulina y cortisol, dos hormonas catabólicas que disminuyen la producción de testosterona) y lánzate a por el zinc: se ha demostrado que cuando disminuye su ingesta se observa una reducción de entre el 65 y el 90% del nivel de testosterona. Lo encontrarás en el marisco, el pescado, los lácteos o el hígado de ternera. Ejercicio Aunque machacarse en el gimnasio (siempre que no superemos los 45 o 60 minutos al día) eleva la cantidad de testosterona, el ejercicio demasiado intenso puede incluso llevarnos a sufrir una forma leve de gonadopausa (el equivalente masculino a la imposibilidad de menstruar de las mujeres deportistas en períodos de entrenamiento intenso). De hecho, en un experimento llevado a cabo por el Baylor College of Medicine (EE.UU.) con hombres que corrían más de 130 km a la semana, se observó que presentaban niveles de testosterona un 20% inferiores a la media. De todas formas, no es necesario dejarse las suelas en la pista para ver como desciende la testosterona. Otra investigación reciente ha demostrado que 50 km a la semana son más que suficientes para que se dé este fenómeno. Alcohol Ni el peso que levantes en el gimnasio, ni la comida sana que te lleves a la boca podrán ayudarte a corregir tus niveles de testosterona si empinas demasiado el codo. El alcohol inhibe la producción de esta hormona directamente en los testículos. Lo ha demostrado un experimento realizado por el departamento de medicina del New York Medical College (EE.UU.) en el que un grupo de andrólogos administró cantidades moderadas de alcohol (un vaso de vino o de cerveza al día) a un grupo de voluntarios con niveles de testosterona normales. En sólo cuatro semanas, se observó una disminución significativa en la cantidad de testosterona segregada por los testículos. Pero aún hay más: un consumo elevado (y crónico) de alcohol puede llegar a provocar que la testosterona se convierta en la hormona femenina estradiol, provocando, entre otras cosas, la aparición de pechos. Estrés y ansiedad Ambos factores provocan que se ponga en marcha el sistema de alarma de nuestro organismo y que se estimule la producción de hormonas catabólicas como la adrenalina o el cortisol. A cambio, y para ahorrar la energía que se “malgasta” practicando sexo o creando músculo, se produce una disminución drástica de los niveles de testosterona. Según un informe del Grupo Español de Trabajo para el Estudio de las Disfunciones Sexuales Asociadas a Psicofármacos, este fenómeno es la causa de entre el 20 y el 40% de los casos de disfunción sexual en varones. Relaciones sexuales En este caso, la función crea el órgano: mantener relaciones sexuales frecuentemente estimula la producción natural de testosterona, mientras que no practicar sexo tiene el efecto contrario. Eso sí, aunque contar con una compañera de juegos siempre es más gratificante, la masturbación, en este caso, es igual de efectiva.

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